jueves, 10 de julio de 2014

La controversia de la dualidad Sephirot/Qlipoth (II): La vía poética.







Poiesis es un término griego que significa ‘creación’ o ‘producción’, derivado de ποιέω, ‘hacer’ o ‘crear’. Platón define en El banquete el término poiesis como «la causa que convierte cualquier cosa que consideremos de no-ser a ser». Se entiende por poiesis todo proceso creativo”
(Wikipedia)

La expulsión del Edén.


Generalmente se interpreta el Árbol del Conocimiento (Qliphótico) como el inframundo de la realidad sephirótica, y se entiende que esta última representa los aspectos divinos y por lo tanto “elevados” de la existencia; así, se suele interpretar a los qlipoths como las fuerzas arquetípicas sombrías y sepultadas debajo de la realidad cotidiana y a los sephirots como los aspectos visibles. Esta interpretación es certera sin embargo se cae en un equívoco muy común acerca de la “posición” o equivalencia de ambos árboles en nuestro ser.
El llamado Árbol de la Vida es en realidad la representación estructural del desarrollo interno del hombre, es un mapa de la totalidad de la psique entendida esta desde su división arquetípica, cada una de las Sephiras es una cualidad universal y, dado el principio hermético de Correspondencia, son a la vez representaciones de las cualidades del ser humano. El ser humano está constituido (o pretende estarlo) por estas cualidades plenas e integradas entre sí, siendo una representación del macrocosmos en imagen y semejanza; el Árbol de la Vida por ende representa el mundo interior que se construye, integra y evoluciona hacia la perfección; en cada Sephira se indica una de las características de la personalidad del Adam realizado (crístico), el hombre perfecto, siendo el Árbol de la Vida un “manual” para elaborar la Gran Obra, es decir, la divinización del hombre. En el Árbol de la Vida se incluyen secretamente todas las vías y correspondencias que indican la estructura que debe concretarse para finalizar la auto-realización, y en su contenido teórico se explica la totalidad del cosmos; en la contemplación de la Qabalah vemos un retrato del universo y por correspondencia, un retrato de nosotros mismos.

En pocas palabras: el qabalístico Árbol de la Vida es un manual de cómo crearse a uno mismo.

La Belleza está en los ojos de quien la mira, así también la Sabiduría, el Entendimiento, el Esplendor, el Triunfo, así como todas las demás Sephiras, todas son cualidades subjetivas, es decir, se crean “hacia dentro”, existen en el interior del hombre y no reflejan las circunstancias que este experimenta en su exterior, sino que ante la experiencia del sufrimiento y el deseo en el mundo, crea sus virtudes interiores. El hombre común continuamente busca alcanzar todas estas virtudes y se agota pretendiendo realizarlas en su exterior, muchas veces sin llegar a entender que no existen fuera de sí y es sólo dentro de sí donde puede llegar a realizarlas; el Reino de los Cielos no es un lugar y ciertamente no es una obra terminada, es el potencial que puede alcanzar todo ser humano dentro de sí mismo y únicamente dentro de sí mismo, y mientras continúe pretendiendo elaborar estas virtudes en la aparente realidad exterior, desgastará su energía inútilmente angustiándose en el cansancio y la banalidad de una obra ilusoria.

Sucede que la realidad exterior aparente tiene todo de aparente y nada de exterior o de realidad.

Es aquí donde entra el Árbol del Conocimiento, el cual representa el reflejo de la realidad subjetiva más profunda en el aparente exterior al que se enfrenta el hombre en la elaboración de la Obra; si bien Vida se refiere al ser y todas sus cualidades, Conocimiento se refiere a las experiencias que debe enfrentar el ser para obtener la experiencia necesaria y laborar sus cualidades (Sephiras) como el herrero a la espada, el alquimista a los metales, el joyero a las joyas, de manera que alcance su realización. El Árbol Qliphótico es la representación de lo que nosotros llamaríamos “realidad exterior”, con todas sus peculiaridades, por ejemplo Perturbación, Engaño, Obstáculos, Disputa, etc.; es del fruto de este Árbol que el Adam original hubo de comer para ser expulsado del paraíso y confrontarse a su sombra, adquiriendo la experiencia del “mal”, el sufrimiento, la carencia, la confusión, y demás aspectos derivados de las envolturas Qliphóticas o adversas a las cualidades innatas del ser. Este “Conocimiento”, esta expulsión del paraíso, esta sombra de lo divino es en realidad nuestra experiencia en este mundo aparentemente material y externo, mediante el cual llegamos a forjar nuestra propia divinidad y efectivamente, convertirnos en dioses, tal como prometió la serpiente en el origen.
El Árbol del Conocimiento es en realidad la vía y estrategia mediante la cual se realiza el Adam en Cristos (YHVH en YHSVH)



“¿Cómo podrías darle fin a mi aflicción, si tú eres la enfermedad y yo la cura”



-Death of me (RED)


¿Por qué digo “aparentemente” material y externo? Pues bien, las experiencias que el ser obtiene al confrontarse con el Árbol del Conocimiento, es decir la realidad experiencial, siguen siendo aún parte y producto de sí mismo; el ser crea las experiencias a partir de la interacción que obtiene con los fenómenos físicos, las cualidades de lo material, tales como sólido, líquido, áspero, blando, caliente, frío, placentero, doloroso, grande, pequeño; todas son creadas por el conjunto integrado de los sentidos y la percepción interpretativa, las cuales son facultades del ser.

Es por ello que ambos Árboles se conectan en Malkuth, Malkuth representa la realidad física donde tanto el ser como su experiencia se conectan creando lo que conocemos como existir, lo cual es producto de la interacción de las cualidades de la consciencia (Sephiras) con el conocimiento (Qlipoths).

Los esfuerzos que se proyectan sobre la realidad inexistente de ese mundo exterior, pretendiendo realizar la grandeza “triunfando” en la existencia pasajera e ilusoria, son vacíos, infructíferos, producto de un engaño; el pretender obtener poder sobre una realidad inexistente que es sólo la mera sombra de aquello que posee verdadera radiancia (Uno mismo) es olvidar el propósito y la razón de la existencia del Conocimiento y sus vías: La Vida.

Sólo mediante la confrontación con el opuesto es que es posible realizar el despertar, el espejo es necesario para la auto-consciencia, y la auto-consciencia es el propósito de la creación de la vida: Dios pretende conocerse a sí mismo, creándose fuera de sí mismo. El Adam original debe confrontar todos los opuestos de lo que originalmente es para así llegar a concientizar cada aspecto de si, cada Sephira, y es esto lo que le produce el sufrimiento y la experiencia de ser expulsado del paraíso: la carencia de sí mismo, totalmente necesaria para conocerse a sí mismo, la separación de Dios, totalmente necesaria para conocer a Dios.

Ambos árboles son intrínsecamente Una entidad que se ha dualizado con la finalidad del autodescubrimiento. Si bien la mayoría de los adeptos al sendero Qabalístico entienden que existe una Sephira que no es Sephira, pocos entienden que existe un Qlipoth que no es Qlipoth: Daath es la oscuridad dentro de la luz, el Qlipoth en el árbol Sephirótico, pero a la vez es la luz dentro de la oscuridad, el Sephira dentro del árbol Qliphótico; Daath es la ventana: si se está dentro de la casa de noche con las luces encendidas y se ve hacia afuera se ve oscuridad, y si se está afuera en la oscuridad y se ve dentro se percibe luz; es la partícula de Yang en Yin y de Yin en Yang, la cual unifica ambos; es Anima/Animus, la boda alquímica; y es en Daath, que no es nada y a la vez es todo, que se resuelve el misterio de la Unificación de la creación Malkuthica. Esto se verá más extensamente en otro tema.

 

Caín y Abel.


Aquellos que auténticamente pretenden la auto-deificación, el empoderamiento del propio ser adquiriendo plena responsabilidad sobre la propia existencia y sobre toda su circunstancialidad, ascendiendo vía inversa por el mismo camino por el que descendió del paraíso mediante la serpiente, manifestando la totalidad de los atributos de Dios en sí mismo, en realidad está siguiendo la auténtica senda Sephirótica, está en realidad cumpliendo la verdadera voluntad del Supremo, la cual es manifestar Su grandeza fuera de Sí mismo, es decir, crear algo que le asemeje en magnificencia como triunfo perfecto de su voluntad creadora.

La Verdadera Voluntad de Dios es que todo ser se convierta en Dios.

Todo intento de negar la Voluntad del Supremo es en realidad una intención que directamente niega la voluntad de la propia alma de alcanzar la supremacía divina. Cuando esto sucede y se cae en la ilusión de la existencia de una aparente disputa entre la auténtica voluntad espiritual y la voluntad universal, entonces se mutila la conexión que existe con la Fuente, la cual es el origen de toda sabiduría innata para alcanzar la meta, y se niega la posibilidad de crecimiento espiritual; en tal caso se es presa de la fantasía neurótica de que uno “avanza” hacia convertirse en un dios, en disputa con la existencia de lo divino, lo cual se percibe como tiránico y opresivo a causa de la proyección del propio ego inconsciente, quien es en realidad el único que suprime el natural florecimiento espiritual de la propia alma hacia la realización divina.

Es así como se llega a la perdición en el abismo del Conocimiento (Daath), con la promesa engañosa de adquirir de manera independiente la naturaleza de Dios, afirmación que es al mismo tiempo verdad y mentira, así como todo lo que se habla a través de las fauces de la serpiente (Daath).

No ha de adquirirse tal meta sino después de haberse atravesado y superado el abismo y todas las experiencias Qliphóticas, y aquel que pretende haber alcanzado esa meta sin haberse liberado antes de todas sus ataduras egoicas mediante la forja en el Árbol del Conocimiento, sólo se alimenta de su propia fantasía perdido en la demencia del abismo. La serpiente decía la verdad, por supuesto, pero también ocultaba la necesidad de experimentar y sufrir toda la oscuridad del propio ser al prometer grandeza sin sacrificio, orillando al adepto al riesgo de la perdición, probándolo, seduciéndolo hacia el engaño utilizando su propio impulso natural de alcanzar la trascendencia para evitar que la obtenga.

Es por medio de la Voluntad de ser Dios, que la serpiente del Engaño desvía a los adeptos de alcanzar la divinidad.

Normalmente aquellos que se pierden en Daath bajo la falsa promesa de convertirse en dioses prescindiendo de lo divino, incurriendo en un abismo lógico que su ego les impide percibir, se caracterizan por su inmadurez espiritual, de manera que en ello son iguales a niños en fase egocéntrica, creyendo o queriendo creer que el mundo existe o puede existir en torno a ellos, o doblegándose a sus caprichos. Con una falsa intención de auto-divinizarse, en realidad esconden el miedo de aceptar su destino como herederos del supremo, y perciben a la totalidad sin forma como una entidad opresora que, según su fantasía narcisista, se opone a ellos y a su divinización, enemistándose con su propia fuente de poder. En realidad lo único que se opone a su divinización son ellos mismos, incapaces de ver, proyectando su inercia retrógrada en la figura imaginaria de un Dios malvado el cual heroicamente deben vencer, como en la más elaborada fantasía edípica.
Esos que incurren en el vacío de lo divino se condenan al vacío de sí mismos, y se les puede identificar por su carácter cada vez más tímido y frágil, y su continua reclusión en sí mismos en negación a la experiencia vital.

 

 

“Para conocer a alguien debes luchar con él”



-Seraph (The Matrix)


Anteriormente se habló sobre los “perdidos”, aquellos que involuntaria e inconscientemente caen en el engaño de la lengua bífida de la serpiente, sin embargo existen aquellos que voluntariamente se sumergen en los reinos del caos para explorar sus recovecos y experimentar con la oscuridad de su potencialidad; estos son los auténticos seguidores del Sendero de la Mano Izquierda y los practicantes de la Magia Qliphótica.

Existen varias historias en la tradición védica que relatan la forma en que los asuras (demonios) obtenían poderes del dios Shiva mediante la realización de penitencias en su nombre, para así poder acosar a los devas (dioses). También se cuenta la historia de un famoso demonio cuyo odio al señor Shiva era proverbial, por lo cual en todo momento pensaba en él y en como destruirlo; en cierto momento ambos se encontraron y el demonio atacó a Shiva, quien con una estocada de su tridente lo destruyó, en ese momento el demonio alcanzó la iluminación, ya que al haber llenado su mente con el nombre divino mediante pensar en estrategias para vencerlo, se había colmado la psique de divinidad, y la confrontación final con esta generó la reacción necesaria para despertar todo el poder acumulado en tanto tiempo de confrontación.

Todos estos ejemplos aparentemente paradójicos de la naturaleza divina en su aspecto destructor y combativo ejemplifican aquello que los auténticos seguidores de la SMI profesan:

No es necesaria la devoción y rendición ante lo divino para alcanzar la propia divinidad.

Los asuras, con la finalidad de destruir sus limitaciones (los devas) obtuvieron favores de Shiva (la consciencia) mediante el sacrificio (la contemplación de la sombra). El auténtico seguidor de la SMI ejerce su voluntad de realizarse a sí mismo y liberarse de toda limitación, sin caer en los engaños de la dualidad del bien o mal ni teniendo consideración por este falso yo que es la realidad corporal, desechando la aprobación de las masas y mirando directamente al corazón de las tinieblas: los recónditos reinos inconscientes de la existencia; contando con no más que su propia voluntad y ejerciendo oposición en contra de la estructura ilusoria de la realidad, revelando la Matriz, que si bien ciertamente fue construida con la intención de forjar el alma, pierde a tantos entre mentiras.
El Mago de la SMI ha de trabajar con el Árbol del Conocimiento, buscando profundizar en las tinieblas qliphóticas en busca de encontrarse a sí mismo en su oscuro reflejo, reuniendo la fuerza para soportar y transmutar la visión del horror restringido, y así llevar la luz a la oscuridad para liberar lo que se encuentra atado por ella, a modo prometeico.
Este sendero es continuamente conflictivo, la disputa y el riesgo de la demencia es constante, florece en la guerra, se eleva en la tormenta, alcanza la transmutación por medio de la crisis y es por medio de la batalla y la contemplación de horrores del abismo infra-existencial que logra su cometido. Para seguir auténticamente en este sendero se requiere una voluntad férrea y perfecta que no colapse ante el efecto corrosivo de la visión de la oscuridad primigenia, una psique que tolere encontrarse perpetuamente en conflicto y una maestría tal sobre el propio ego y los deseos, de forma que asegure que estos no sean los objetos de su perdición como llamativas luces de neón para los demonios mientras camina en el infierno.

Declarándole la guerra al sol, abanderado con la intención del león que mata al león para convertirse en rey.

El punto fundamental a destacar en todo esto, es recordar que el demonio que confrontaba a Shiva no negaba la existencia de Shiva, y señalar que Lucifer jamás negó la supremacía de Dios, sino que pretendía sentarse en su trono (no elaborarse uno propio de mentira). Esta es la característica primordial que diferencia a un perdido de un auténtico Mago de la SMI: el perdido se opone a la supremacía divina como mera negación rebelde, el Mago de la SMI batalla con los designios del supremo obteniendo de primera mano la forja de sus cualidades y fortalezas en tal batalla, con las cuales busca asemejarse a lo divino y construir su propio reino.

No existe ninguna diferencia real entre ambas vías, las dos pretenden alcanzar la misma corona, ya sea por herencia o por conquista, el reinado es el mismo.

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