“Poiesis es un término griego que
significa ‘creación’ o ‘producción’, derivado de ποιέω, ‘hacer’ o ‘crear’. Platón
define en El banquete el término poiesis como «la causa que convierte cualquier
cosa que consideremos de no-ser a ser». Se entiende por poiesis todo proceso
creativo”
(Wikipedia)
La expulsión del Edén.
Generalmente se interpreta
el Árbol del Conocimiento (Qliphótico) como el inframundo de la realidad
sephirótica, y se entiende que esta última representa los aspectos divinos y
por lo tanto “elevados” de la existencia; así, se suele interpretar a los qlipoths
como las fuerzas arquetípicas sombrías y sepultadas debajo de la realidad
cotidiana y a los sephirots como los aspectos visibles. Esta interpretación es
certera sin embargo se cae en un equívoco muy común acerca de la “posición” o
equivalencia de ambos árboles en nuestro ser.
El llamado Árbol de la Vida
es en realidad la representación estructural del desarrollo interno del hombre,
es un mapa de la totalidad de la psique entendida esta desde su división
arquetípica, cada una de las Sephiras es una cualidad universal y, dado el
principio hermético de Correspondencia, son a la vez representaciones de las
cualidades del ser humano. El ser humano está constituido (o pretende estarlo)
por estas cualidades plenas e integradas entre sí, siendo una representación
del macrocosmos en imagen y semejanza; el Árbol de la Vida por ende representa
el mundo interior que se construye, integra y evoluciona hacia la perfección; en
cada Sephira se indica una de las características de la personalidad del Adam
realizado (crístico), el hombre perfecto, siendo el Árbol de la Vida un “manual”
para elaborar la Gran Obra, es decir, la divinización del hombre. En el Árbol
de la Vida se incluyen secretamente todas las vías y correspondencias que
indican la estructura que debe concretarse para finalizar la auto-realización, y
en su contenido teórico se explica la totalidad del cosmos; en la contemplación
de la Qabalah vemos un retrato del universo y por correspondencia, un retrato
de nosotros mismos.
En pocas palabras: el
qabalístico Árbol de la Vida es un manual de cómo crearse a uno mismo.
La Belleza está en los ojos
de quien la mira, así también la Sabiduría, el Entendimiento, el Esplendor, el
Triunfo, así como todas las demás Sephiras, todas son cualidades subjetivas, es
decir, se crean “hacia dentro”, existen en el interior del hombre y no reflejan
las circunstancias que este experimenta en su exterior, sino que ante la
experiencia del sufrimiento y el deseo en el mundo, crea sus virtudes
interiores. El hombre común continuamente busca alcanzar todas estas virtudes y
se agota pretendiendo realizarlas en su exterior, muchas veces sin llegar a
entender que no existen fuera de sí y es sólo dentro de sí donde puede llegar a
realizarlas; el Reino de los Cielos no es un lugar y ciertamente no es una obra
terminada, es el potencial que puede alcanzar todo ser humano dentro de sí
mismo y únicamente dentro de sí mismo, y mientras continúe pretendiendo
elaborar estas virtudes en la aparente realidad exterior, desgastará su energía
inútilmente angustiándose en el cansancio y la banalidad de una obra ilusoria.
Sucede que la realidad
exterior aparente tiene todo de aparente y nada de exterior o de realidad.
Es aquí donde entra el Árbol
del Conocimiento, el cual representa el reflejo de la realidad subjetiva más
profunda en el aparente exterior al que se enfrenta el hombre en la elaboración
de la Obra; si bien Vida se refiere al ser y todas sus cualidades, Conocimiento
se refiere a las experiencias que debe enfrentar el ser para obtener la
experiencia necesaria y laborar sus cualidades (Sephiras) como el herrero a la
espada, el alquimista a los metales, el joyero a las joyas, de manera que
alcance su realización. El Árbol Qliphótico es la representación de lo que
nosotros llamaríamos “realidad exterior”, con todas sus peculiaridades, por
ejemplo Perturbación, Engaño, Obstáculos, Disputa, etc.; es del fruto de este
Árbol que el Adam original hubo de comer para ser expulsado del paraíso y
confrontarse a su sombra, adquiriendo la experiencia del “mal”, el sufrimiento,
la carencia, la confusión, y demás aspectos derivados de las envolturas
Qliphóticas o adversas a las cualidades innatas del ser. Este “Conocimiento”,
esta expulsión del paraíso, esta sombra de lo divino es en realidad nuestra
experiencia en este mundo aparentemente material y externo, mediante el cual
llegamos a forjar nuestra propia divinidad y efectivamente, convertirnos en
dioses, tal como prometió la serpiente en el origen.
El Árbol del Conocimiento es
en realidad la vía y estrategia mediante la cual se realiza el Adam en Cristos
(YHVH en YHSVH)
“¿Cómo podrías darle fin a mi aflicción, si tú eres la enfermedad y yo la cura”
-Death of me (RED)
¿Por qué digo “aparentemente”
material y externo? Pues bien, las experiencias que el ser obtiene al
confrontarse con el Árbol del Conocimiento, es decir la realidad experiencial,
siguen siendo aún parte y producto de sí mismo; el ser crea las experiencias a
partir de la interacción que obtiene con los fenómenos físicos, las cualidades
de lo material, tales como sólido, líquido, áspero, blando, caliente, frío,
placentero, doloroso, grande, pequeño; todas son creadas por el conjunto
integrado de los sentidos y la percepción interpretativa, las cuales son
facultades del ser.
Es por ello que ambos Árboles
se conectan en Malkuth, Malkuth representa la realidad física donde tanto el
ser como su experiencia se conectan creando lo que conocemos como existir, lo
cual es producto de la interacción de las cualidades de la consciencia
(Sephiras) con el conocimiento (Qlipoths).
Los esfuerzos que se
proyectan sobre la realidad inexistente de ese mundo exterior, pretendiendo
realizar la grandeza “triunfando” en la existencia pasajera e ilusoria, son
vacíos, infructíferos, producto de un engaño; el pretender obtener poder sobre
una realidad inexistente que es sólo la mera sombra de aquello que posee
verdadera radiancia (Uno mismo) es olvidar el propósito y la razón de la
existencia del Conocimiento y sus vías: La Vida.
Sólo mediante la
confrontación con el opuesto es que es posible realizar el despertar, el espejo
es necesario para la auto-consciencia, y la auto-consciencia es el propósito de
la creación de la vida: Dios pretende conocerse a sí mismo, creándose fuera de
sí mismo. El Adam original debe confrontar todos los opuestos de lo que originalmente
es para así llegar a concientizar cada aspecto de si, cada Sephira, y es esto
lo que le produce el sufrimiento y la experiencia de ser expulsado del paraíso:
la carencia de sí mismo, totalmente necesaria para conocerse a sí mismo, la
separación de Dios, totalmente necesaria para conocer a Dios.
Ambos árboles son intrínsecamente
Una entidad que se ha dualizado con la finalidad del autodescubrimiento. Si
bien la mayoría de los adeptos al sendero Qabalístico entienden que existe una
Sephira que no es Sephira, pocos entienden que existe un Qlipoth que no es
Qlipoth: Daath es la oscuridad dentro de la luz, el Qlipoth en el árbol
Sephirótico, pero a la vez es la luz dentro de la oscuridad, el Sephira dentro
del árbol Qliphótico; Daath es la ventana: si se está dentro de la casa de
noche con las luces encendidas y se ve hacia afuera se ve oscuridad, y si se
está afuera en la oscuridad y se ve dentro se percibe luz; es la partícula de
Yang en Yin y de Yin en Yang, la cual unifica ambos; es Anima/Animus, la boda
alquímica; y es en Daath, que no es nada y a la vez es todo, que se resuelve el
misterio de la Unificación de la creación Malkuthica. Esto se verá más
extensamente en otro tema.
Caín y Abel.
Aquellos que auténticamente
pretenden la auto-deificación, el empoderamiento del propio ser adquiriendo
plena responsabilidad sobre la propia existencia y sobre toda su
circunstancialidad, ascendiendo vía inversa por el mismo camino por el que
descendió del paraíso mediante la serpiente, manifestando la totalidad de los
atributos de Dios en sí mismo, en realidad está siguiendo la auténtica senda
Sephirótica, está en realidad cumpliendo la verdadera voluntad del Supremo, la
cual es manifestar Su grandeza fuera de Sí mismo, es decir, crear algo que le
asemeje en magnificencia como triunfo perfecto de su voluntad creadora.
La Verdadera Voluntad de Dios
es que todo ser se convierta en Dios.
Todo intento de negar la
Voluntad del Supremo es en realidad una intención que directamente niega la
voluntad de la propia alma de alcanzar la supremacía divina. Cuando esto sucede
y se cae en la ilusión de la existencia de una aparente disputa entre la
auténtica voluntad espiritual y la voluntad universal, entonces se mutila la
conexión que existe con la Fuente, la cual es el origen de toda sabiduría
innata para alcanzar la meta, y se niega la posibilidad de crecimiento
espiritual; en tal caso se es presa de la fantasía neurótica de que uno “avanza”
hacia convertirse en un dios, en disputa con la existencia de lo divino, lo
cual se percibe como tiránico y opresivo a causa de la proyección del propio
ego inconsciente, quien es en realidad el único que suprime el natural
florecimiento espiritual de la propia alma hacia la realización divina.
Es así como se llega a la
perdición en el abismo del Conocimiento (Daath), con la promesa engañosa de
adquirir de manera independiente la naturaleza de Dios, afirmación que es al
mismo tiempo verdad y mentira, así como todo lo que se habla a través de las
fauces de la serpiente (Daath).
No ha de adquirirse tal meta
sino después de haberse atravesado y superado el abismo y todas las
experiencias Qliphóticas, y aquel que pretende haber alcanzado esa meta sin
haberse liberado antes de todas sus ataduras egoicas mediante la forja en el
Árbol del Conocimiento, sólo se alimenta de su propia fantasía perdido en la
demencia del abismo. La serpiente decía la verdad, por supuesto, pero también
ocultaba la necesidad de experimentar y sufrir toda la oscuridad del propio ser
al prometer grandeza sin sacrificio, orillando al adepto al riesgo de la
perdición, probándolo, seduciéndolo hacia el engaño utilizando su propio
impulso natural de alcanzar la trascendencia para evitar que la obtenga.
Es por medio de la Voluntad
de ser Dios, que la serpiente del Engaño desvía a los adeptos de alcanzar la
divinidad.
Normalmente aquellos que se
pierden en Daath bajo la falsa promesa de convertirse en dioses prescindiendo
de lo divino, incurriendo en un abismo lógico que su ego les impide percibir,
se caracterizan por su inmadurez espiritual, de manera que en ello son iguales
a niños en fase egocéntrica, creyendo o queriendo creer que el mundo existe o
puede existir en torno a ellos, o doblegándose a sus caprichos. Con una falsa
intención de auto-divinizarse, en realidad esconden el miedo de aceptar su
destino como herederos del supremo, y perciben a la totalidad sin forma como
una entidad opresora que, según su fantasía narcisista, se opone a ellos y a su
divinización, enemistándose con su propia fuente de poder. En realidad lo único
que se opone a su divinización son ellos mismos, incapaces de ver, proyectando
su inercia retrógrada en la figura imaginaria de un Dios malvado el cual
heroicamente deben vencer, como en la más elaborada fantasía edípica.
Esos que incurren en el
vacío de lo divino se condenan al vacío de sí mismos, y se les puede
identificar por su carácter cada vez más tímido y frágil, y su continua
reclusión en sí mismos en negación a la experiencia vital.
“Para conocer a alguien debes luchar con él”
-Seraph (The Matrix)
Anteriormente se habló sobre
los “perdidos”, aquellos que involuntaria e inconscientemente caen en el engaño
de la lengua bífida de la serpiente, sin embargo existen aquellos que voluntariamente
se sumergen en los reinos del caos para explorar sus recovecos y experimentar
con la oscuridad de su potencialidad; estos son los auténticos seguidores del
Sendero de la Mano Izquierda y los practicantes de la Magia Qliphótica.
Existen varias historias en
la tradición védica que relatan la forma en que los asuras (demonios) obtenían
poderes del dios Shiva mediante la realización de penitencias en su nombre,
para así poder acosar a los devas (dioses). También se cuenta la historia de un
famoso demonio cuyo odio al señor Shiva era proverbial, por lo cual en todo
momento pensaba en él y en como destruirlo; en cierto momento ambos se
encontraron y el demonio atacó a Shiva, quien con una estocada de su tridente
lo destruyó, en ese momento el demonio alcanzó la iluminación, ya que al haber
llenado su mente con el nombre divino mediante pensar en estrategias para
vencerlo, se había colmado la psique de divinidad, y la confrontación final con
esta generó la reacción necesaria para despertar todo el poder acumulado en
tanto tiempo de confrontación.
Todos estos ejemplos aparentemente
paradójicos de la naturaleza divina en su aspecto destructor y combativo
ejemplifican aquello que los auténticos seguidores de la SMI profesan:
No es necesaria la devoción
y rendición ante lo divino para alcanzar la propia divinidad.
Los asuras, con la finalidad
de destruir sus limitaciones (los devas) obtuvieron favores de Shiva (la
consciencia) mediante el sacrificio (la contemplación de la sombra). El
auténtico seguidor de la SMI ejerce su voluntad de realizarse a sí mismo y
liberarse de toda limitación, sin caer en los engaños de la dualidad del bien o
mal ni teniendo consideración por este falso yo que es la realidad corporal,
desechando la aprobación de las masas y mirando directamente al corazón de las
tinieblas: los recónditos reinos inconscientes de la existencia; contando con
no más que su propia voluntad y ejerciendo oposición en contra de la estructura
ilusoria de la realidad, revelando la Matriz, que si bien ciertamente fue
construida con la intención de forjar el alma, pierde a tantos entre mentiras.
El Mago de la SMI ha de
trabajar con el Árbol del Conocimiento, buscando profundizar en las tinieblas
qliphóticas en busca de encontrarse a sí mismo en su oscuro reflejo, reuniendo
la fuerza para soportar y transmutar la visión del horror restringido, y así
llevar la luz a la oscuridad para liberar lo que se encuentra atado por ella, a
modo prometeico.
Este sendero es
continuamente conflictivo, la disputa y el riesgo de la demencia es constante,
florece en la guerra, se eleva en la tormenta, alcanza la transmutación por
medio de la crisis y es por medio de la batalla y la contemplación de horrores
del abismo infra-existencial que logra su cometido. Para seguir auténticamente
en este sendero se requiere una voluntad férrea y perfecta que no colapse ante
el efecto corrosivo de la visión de la oscuridad primigenia, una psique que
tolere encontrarse perpetuamente en conflicto y una maestría tal sobre el
propio ego y los deseos, de forma que asegure que estos no sean los objetos de
su perdición como llamativas luces de neón para los demonios mientras camina en
el infierno.
Declarándole la guerra al
sol, abanderado con la intención del león que mata al león para convertirse en
rey.
El punto fundamental a
destacar en todo esto, es recordar que el demonio que confrontaba a Shiva no
negaba la existencia de Shiva, y señalar que Lucifer jamás negó la supremacía
de Dios, sino que pretendía sentarse en su trono (no elaborarse uno propio de
mentira). Esta es la característica primordial que diferencia a un perdido de
un auténtico Mago de la SMI: el perdido se opone a la supremacía divina como
mera negación rebelde, el Mago de la SMI batalla con los designios del supremo
obteniendo de primera mano la forja de sus cualidades y fortalezas en tal
batalla, con las cuales busca asemejarse a lo divino y construir su propio
reino.
No existe ninguna diferencia
real entre ambas vías, las dos pretenden alcanzar la misma corona, ya sea por
herencia o por conquista, el reinado es el mismo.
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