Innumerables personas inician en el sendero espiritual
con innumerable cantidad de intenciones erradas. No existe una razón correcta
para iniciar el sendero espiritual-mágicko, cualquier factor desencadenante es
válido para orientar al auténtico ser en su propósito original, sin embargo
sucede que muchas veces el ego toma el mando y se aferra a esta intención
original que debe ser abandonada al ascender en el camino, la cual puede tener
resultados contraproducentes y llevar al alma a la perdición en los laberintos
de Samsara; el deseo de superar una condición dolorosa o de impotencia, la
necesidad de sanar interiormente, la búsqueda del amor, el cumplimiento de los
deseos frustrados, la búsqueda de venganza, la necesidad de ser fuerte, la
curiosidad infértil o una personalidad sociópata que busque desligarse del
común de su entorno social; todas ellas son razones comunes para que el “Lila”,
la trampa divina, ejerza su efecto sobre la persona y le oriente hacia la
búsqueda interior que tendrá como resultado final la auto-realización del ser.
Por supuesto, la mayoría no pretende ni siquiera tiene
considerado el lograr esa auto-realización, sino que en general, consciente o
inconscientemente, el individuo se enfrasca en la búsqueda de la obtención de
sus deseos egoístas o motivaciones ocultas, o es coaccionado por sus padres o
tutores o por la cultura que le rodea para continuar en un sendero espiritual
específico con la búsqueda de obtener una meta determinada. En todos los casos
anteriores, sin tener una intención consciente y determinada de alcanzar la
meta de la auto-realización, el adepto que inicia el supuesto camino en
realidad sólo se encuentra en la antesala, dando vueltas entre sus propias
preocupaciones y fantasías pre-impuestas.
Para realmente ser un iniciado se debe uno comprometer
con alcanzar la realización de la Gran Obra, teniendo la disposición de
abandonar todo inclusive a sí mismo, de conquistar todo inclusive a sí mismo.
Cuando el adepto pretende seguir un camino espiritual pero al mismo tiempo se
encuentra obedeciendo ya sea a sus propios impulsos básicos o a los deseos de
otros que le han orillado por ese camino, entonces lo que tiene ante sí es un
falso camino que proviene de una falsa intención: la intención de justificar el
cumplimiento de un deseo egoísta por medio de un sendero espiritual.
Es cierto que los poderes desarrollados por medio de la
Vía pueden cumplir distintas funciones que son del mayor interés de la
comunidad vulgar: se pueden sanar enfermedades, producirlas, dañar o beneficiar,
invocar facultades superiores, desarrollar talentos que darán superioridad
sobre el común de los individuos, provocar el deseo de los otros, manipularles,
se puede retrasar el envejecimiento y obtener fortaleza física y psicológica
superior, desatar potentes fuerzas sexuales, y un gran número de etcéteras que
se compone tanto de “buenas” como de “malas” intenciones, las cuales están
todas erradas.
¿Por qué es errado
tener la intención de curar a otros, por ejemplo? La intención de curar no es
errada, sin embargo si la intención de seguir un sendero espiritual es la de
obtener poderes para curación, entonces se cae en una ilusión y un
estancamiento, ya que no se está siguiendo la meta espiritual sino que se
recogen los frutos de su práctica y se usan para fines temporales y mundanos;
aquel que centra la idea de sendero espiritual en el propósito de realizar el “bien”
para el mundo está ignorando la profunda naturaleza del propósito de la
encarnación del alma, está actuando de manera inconsciente porque está
evadiendo el hecho de que la enfermedad y la muerte no son sino condiciones
entre muchas otras, de las cuales el yo espiritual obtiene conocimiento.
También recae en el error aquel que, obteniendo poder mediante secretos y
prácticas realizadas en su sendero, usa tal poder para conseguir fines
temporales y egoístas, tales como beneficios materiales, placeres y la
destrucción de “sus enemigos”; este también incurre en la ignorancia al no
entender que el espíritu, que es aquello que realmente importa, no sufre daño
alguno y es inmutable y eterno, y falla al entender que todas sus complacencias
materiales y destructividad no son más que agitar el polvo inútilmente
perdiendo el tiempo y desperdiciando la energía que debería emplear para
realizar su propia divinidad.
La falsa intención generalmente proviene de la
identificación con la “víctima”:
Víctima
Existen tres tipos de roles
que representan a la mentalidad de víctima, los cuales forman el “triángulo del
des-empoderamiento”:
- La víctima
- El victimario
- El salvador
Cuando una persona sufre dificultades en su vida,
especialmente en su niñez, genera la mentalidad de la víctima, que es una
estructura de pensamiento que se repite y se “incrusta” en la personalidad, de
forma que se manifiesta continuamente aún en contra del deseo de uno mismo.
Cuando adquirimos actitudes como “no me importa, no puedo hacer nada, no se
puede mejorar, no soy lo suficientemente bueno, todos pensarán que estoy loco,
los otros tuvieron la culpa, mis padres, mi país, mi sociedad, las
circunstancias” entonces estamos renunciando al poder de nuestra voluntad y dándoselo
a cualquier cosa que nombremos como culpable por nuestra situación que no sea
nosotros mismos; al victimizarnos de esta forma nos bloqueamos de ser lo que
auténticamente somos y nos convertimos en lo que cualquier cosa que se
atraviese en nuestro camino nos convierta.
En esta situación podemos adquirir
tres poses, que en el fondo son la misma:
- Podemos ser simplemente la víctima, y adoptar la pose del proverbial elefante atado a una cuerda que no podría detenerlo, pero que él cree que podría, entonces, ¿Dónde está la soga sino en su mente? Y esta soga se llama victimización.
- Podemos también adoptar la pose del victimario, simplemente decir “si todo es así, si a mí me lastimaron y me hicieron mal, entonces las cosas son así y nada se puede hacer al respecto, entonces debo ser yo quien lastime a los demás para obtener un beneficio”, y sumergirnos en el miedo que nos lleva al odio y a la crueldad, al terror de sentirnos siempre víctimas en potencia que nos orilla a la falsa necesidad de victimizar a otros para escapar del círculo vicioso, sin darnos cuenta que sólo lo estamos preservando y aumentando, para los demás y para nosotros mismos.
- Finalmente, podríamos adoptar la pose del salvador, creyendo que debemos rescatar a los demás del barco que se hunde o del edificio que arde en llamas, siempre tomando una posición de huída, sin darnos cuenta de que el único barco que se hunde es nuestra esperanza, y el único edificio en llamas es nuestra fortaleza, siendo víctimas creemos a todos víctimas, e intentamos hacer que todos huyan con nosotros.
La situación psicológica de “víctima” proviene de Avidya,
“ignorancia acerca de la naturaleza de la realidad”, cuando el individuo se
encuentra sumergido en esta niebla de ignorancia, cree o pretende creer que su
propósito es encontrar la placidez y la satisfacción en este mundo, cumplir sus
deseos y encontrar la “felicidad”; dentro de este pensamiento infantil sigue
atado a la pasividad ignorante de la obviedad de los sucesos de la naturaleza:
ignora que la naturaleza de la vida es una continua transformación y evolución,
que la quietud es irrealizable en el mundo de las formas y que sólo puede
encontrar la paz y contentamiento que busca al identificarse con lo inmutable,
con el espíritu. La persona que se encuentra bajo Avidya no comprende que su
vida es una mera oportunidad de laborar su propia alma para que, arduamente,
pueda elevar su nivel de perfeccionamiento hasta alcanzar el carácter de Unidad
y auto-realizarse en su divinidad innata en potencia.
Aquel que ha despertado ve en todos los afanes
materialistas de los otros, inclusive en sus buenas intenciones de sanación y
salvación, meros niños jugando con la arena, puesto que ¿qué bien se le puede
hacer al polvo? Es sólo el espíritu quien aprende y obtiene algún beneficio
real de esta interacción con la tierra.
En realidad, la intención de alcanzar la divinidad, “Der
Wille zur Macht” (la voluntad de poder) es la única intención verdadera,
trasciende la falsedad de la aparente multiplicidad de las intenciones
derivadas en innumerables objetos del mundo de las formas, en donde se pierde
la intencionalidad en el engaño de las innumerables representaciones. La
voluntad cae en el laberinto de los espejos y anda vestida con los harapos del
mendigo, pero con Vidya (verdad) se purifica y reconoce a sí misma como Una
sola y se viste de la Corona, al atravesar el sendero del héroe.
Héroe.
¿Cómo podríamos,
habiéndonos reconocido en alguna de estas tres expresiones
(víctima/victimario/salvador) siendo esclavos del polvo, librarnos de nuestras
ataduras? ¿Cómo se libraría el elefante de la soga física? Primeramente siendo
consciente de que la fortaleza de esa misma soga no está en la soga por sí
misma, sino en la soga mental; una vez se ha concientizado algo, este algo se
puede confrontar y vencer. ¿Cuál es el camino del héroe? El héroe es el
personaje en las historias que siempre toma el mando de la situación y
confronta sus problemas con valor, es aquel que ha sufrido y ha decidido tomar
el poder para cambiar su vida, y de ser posible, la de los demás, renunciando a
convertirse en un esclavo sumiso de las circunstancias, evitando la tentación
de ser un esclavo del rencor y el miedo, y no cayendo en la ilusión tentadora
de huir y hacer huir, sino en cambio, luchar y hacer luchar. ¿Cuáles son las
cualidades del héroe?:
- Voluntad.
- Espíritu.
- Inteligencia.
Un ser con Voluntad jamás podría caer en un estado de
victimización, no se abandonaría a sí mismo, ni a sus ideales, ni a sus sueños,
no abandonaría sus valores, pero no permitiría que nadie se los impusiera; la
voluntad en un individuo es la manifestación de la elección y por ende de la
libertad, es el empoderamiento, el uso de la facultad de ser libre, siendo la
libertad el estado donde puede manifestarse tal como es, y tener justo aquello
que desea. Dueño de sí mismo, quien ejerce la voluntad se ha adueñado del
mundo.
Con Espíritu, es compasivo, porque es grande, porque es
fuerte y conoce la debilidad, es el protector de su especie porque se reconoce
a sí mismo en cada persona, en cada ser, porque no es engañado por el sentimiento
de víctima y la mezquindad del miedo a ser superado y derrotado, no necesita
destruir a otros para ser grande, sino que, siendo grande, es el roble de
todos.
Con Inteligencia
no puede ser atrapado por engaños y fantasías, por sombras interiores o
externas; astuto, revela las mentiras de la sociedad y del mundo y revela las
verdades de ambos, y conociéndose a sí mismo, se auto-perfecciona, conociendo
al otro, vence.
Apropiándose de todas las ideologías, artes, ciencias y
facultades del hombre y adoptando la comprensión natural de las cosas, siempre
adaptándose, forjando estructuras, dibujando diseños, imaginando soluciones,
refinando sus habilidades, supera todo obstáculo como el agua que erosiona toda
piedra.
Aquel que no conoce la verdadera naturaleza de su
existencia y por ende no entiende su propósito, que permanece perdido
persiguiendo innumerables reflejos en el laberinto de espejos, que cree que se
beneficia de sus “logros” mientras más poder adquiere, cuando en realidad sólo
se aleja más y más de su objetivo primordial y pierde el tiempo y su valiosa
vida, ha caído en la falsa intención y no se encuentra avanzando, por muchos
logros aparentes que logre, sino que da vueltas entre los pasillos de la
ilusión.
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