sábado, 26 de julio de 2014

LOS ERRORES DEL ADEPTO: LA FALSA DIVISIÓN (III)






Una de los equívocos más comunes en los que recae el adepto principiante, radica en confundir espiritualidad con moralidad. Mientras la moralidad se basa en una serie de normas socialmente establecidas de lo que es y no correcto, la espiritualidad pretende únicamente, como su nombre lo sugiere, tratar los asuntos concernientes al mundo de lo espiritual, los cuales pueden o no coincidir con lo que se entiende con moralidad, y en no pocas ocasiones, oponerse drásticamente a ello.

Carl Jung hace énfasis en ello al indicar en repetidas ocasiones que, en aquello que es tenido como espiritual, pueden existir todas las tonalidades entre lo que es absolutamente blanco o bueno, y lo absolutamente malo o negro, característica que por cierto también caracteriza a lo material, que igualmente puede estar dotado de propiedades “buenas o malas”. Lo bueno y lo malo no están identificados respectivamente con lo espiritual y lo material, esta postura maniqueísta deja de lado todas las bondades de lo material, en donde el mismo espíritu se beneficia de muchas maneras; así como se muestra ingenua ante los terribles peligros del lado espiritual indómito de los planos desconocidos, que puede devorar fácilmente a cualquier incauto crédulo o poseer sin remedio a quien tomaba con demasiada benevolencia a la gran Spirare y sus entidades.

Así como material no es necesariamente malo, espiritual no es necesariamente bueno, toda polarización absolutista que se haga de un plano, una persona, una creencia, o de cualquier cosa, está cayendo en el extremo de la ignorancia al desbordarse sin el armónico conducto de la inteligencia, hacia prejuicios que encasillan únicamente a quien los hace. Un principio eterno y absoluto nos llama a cuidarnos de tales polarizaciones, al revelarnos que todo polo está indisolutamente ligado a su opuesto, cada extremo es sólo la versión complementaria de su contrario, el equilibrio es la armonía absoluta y todo aquello que aparezca ante la percepción como fuera de tal armonía, es decir polarizado, es una mera ilusión que sólo se observa parcialmente por una de sus partes.

El primer paso para caer en la ignorancia es emitir juicios, cuando se emite un juicio la percepción se parcializa y se crea un límite, al crearse un límite de pierde la percepción original del absoluto y con ello se cae en la incomprensión que se llena insatisfactoriamente con elaboraciones mentales acerca de los fenómenos observados; es así como se crean las estructuras mentales y es de esa manera en que nos encerramos en cajas perceptuales llamadas egos. El pecado que hizo caer a Adán y Eva fue llegar a conocer la dualidad, el conocimiento del bien y del mal, elaborar las distinciones polarizadas en la observación de lo creado; y la redención que libera al hijo del hombre, la verdad que le rescata, es la sabiduría de llegar a comprender la unificación absoluta del todo, encarnada como Dios-Hombre, Espíritu-Carne, Autoridad-Obediencia al mismo tiempo.

Los ojos que se han purificado adquieren la consciencia de la verdad: no existen divisiones reales en aquello que compone la creación. El juzgar parcialmente desde la subjetividad de un punto de vista que pretende dividir y clasificar la realidad para adaptarla a su enclaustramiento mental egoico, nos hace caer en la ignorancia, y sólo la observación perfectamente ecuánime de todo que ES nos libera de las jaulas de nuestra percepción.

Cuando mires, haz el silencio, entonces verás.

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